"No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis,
alegrías intensas y tristezas profundas"
Por suspirar, vendemos el alma a buen precio. Por amar, la regalamos. Sin darnos cuenta, sin ser conscientes. Resulta extraño imaginarse eufórico, pleno, cargado de montañas rocosas de pasión para derramar constantemente, sin un solo alivio, sin una simple pausa. No es necesaria. No hay piedad para quienes aman, no puede haberla. El amor es un todo tan simple que aporta lo máximo que contiene con la facilidad de un soplido. Es tan mágico como el mecanismo eterno de las manillas de un reloj. Porque, si amas, no fuerzas. Porque, si sientes, no te puedes callar. Ponerle cremalleras al amor es prostituir la sangre que saldría gritando maravillas. En lugar de eso, solo es sustancia caducada. Un sentimiento no existe si no es ejecutado. Un te quiero es invisible si no se tatúa en el corazón del otro utilizando como medio la palabra, el gesto, la mirada o el detalle. El amor no se da por hecho. Si amas, demuestra. Demuestra a cada instante, demuestra en la eternidad. Y no es algo que debas imponerte, pues tu interior necesitará depositar todo ese amor que reboses en el otro. Y para quienes somos así, para los que amamos sin límites, no existe el amor en paz; no sería coherente.
“Cualquier creación artística es hija
de su tiempo y, la mayoría de las veces, madre de nuestros propios
sentimientos”.
Con un arranque tan
rotundo, Kandinsky busca adentrar al lector en lo que más tarde llevará a cabo
a lo largo de la introducción del libro, donde pretende transmitir que el arte
pertenece a un momento determinado en la historia. No es lo mismo sentir hoy el
arte que se creó hace doscientos años y nadie en aquel momento podía imaginarse
cómo sería el arte que hoy tenemos. Hoy mismo, ni siquiera somos conscientes
del propio arte que tenemos, pues se nos va de las manos. Esta idea, además, la
va manejando en cada tema y aplicándola según determinados aspectos artísticos.
El artista señala que, por mucho
que se intente hoy reproducir obras de ayer, el resultado jamás podrá ser el
mismo. Son diferentes contextos (sociales, políticos, económicos…), una cultura
modernizada que ya no puede ver con los mismos ojos ni sentir de igual forma
que antaño el arte. Lo que debe hacerse es adecuarse a cada época, según
Kandinsky.
Continuando en esa
línea, desemboca en el concepto más relevante del libro y en el que se basa a
la hora de explicar características como la forma y el color, entre otras.
Dicho concepto no es otro que lo espiritual y como consecuencia de ello, habla
del alma como soporte “físico” del mismo. A raíz de este concepto perfila las
dos corrientes artísticas, que, de forma muy básica dividen el arte en dos:
Lo
material,
es decir, lo convencional, lo concreto. Plasmar en la obra lo que los ojos ven
de la realidad. Tratar de alcanzar los detalles de la manera más perfecta
posible para, así, poder realizar la obra de arte más similar a “lo real”. Un
ejemplo de ello es el impresionismo.
Lo
no material o abstracto,
que vienen a ser aquellos aspectos más psicológicos de una obra, lo difícil y
casi imposible de explicar con palabras. Son aquellas características que se
rigen por sentimientos, por impulsos. Un ejemplo idóneo serían las vanguardias.
En relación a estos dos ámbitos,
habla de ideas políticas afines a cada uno. Por un lado está el perfil más
liberal, que corresponde al bando abstracto, donde solo existen reglas básicas,
pero lo que predomina es la libertad artística. Por otro, está el bando más
conservador, que lleva a cabo sus obras siguiendo un método, una determinada
estructura.
LA INFLUENCIA
MUSICAL
Si hay un tema al que
continuamente Kandinsky hace referencia para comparar con el arte pictórico, es
la música. Destaca la música como el arte más abstracto: “La música de Schönberg nos introduce en un nuevo terreno, en el que
las vivencias musicales no son ya acústicas, sino puramente anímicas”.
Wassily asegura que
el artista pictórico siente envidia de la música, puesto que lo que más
pretende es expresar su mundo interior a través de sus cuadros y ve cómo dicho
objetivo lo alcanza la música de forma natural y sin dificultad. Así utiliza
“herramientas” como el ritmo, a través de los colores, para, de modo alguno,
introducir la música en su obra. Con expresiones como “un arte puede aprender
de otro”, Kandinsky anima a buscar en otras artes la utilización idónea del
arte propio.
- La
danza:
también tiene un hueco en el libro de Kandinsky, pues comenta que la evolución,
tanto de la música, como de la pintura, como de la danza, dará lugar a la
composición externa, la primera obra de arte monumental. Cuando las tres artes
se sitúen al mismo nivel de evolución, esta composición podrá transmitir a la
perfección la intuición del artista mediante el uso conjunto de las tres artes.
LAS MIL Y UNA CARAS
DEL COLOR
Como constantemente
el autor plantea dicotomías, no menos en el aspecto cromático. Plantea dos
tipos diferentes de reacciones ante un primer enfrentamiento con una tabla de
colores: por un lado un efecto puramente físico, el cual se correspondería con
lo más concreto, material. El espectador reacciona de una determinada forma
ante el estímulo causado al visualizar un color. Pero es un efecto que, casi
acto seguido, cesa. Compara la sensación con el hecho de tocar un cubito de
hielo: sientes frío, reaccionas de forma impulsiva, pero poco tiempo después lo
olvidas, pues tu calor corporal hará que vuelvas a la misma situación inicial y
dicha sensación cae en el olvido.
Por otro lado, el efecto
psicológico que produce el color, una “vibración
anímica”.
Según Kandinsky, a
través del aspecto más físico, el color llega al alma. Por ello, en el fondo,
dice el autor, no están tan separadas ya que cuerpo y alma son inseparables.
En cuanto al color
prosigue comentando la posible asociación con otros objetos y no solo eso, sino
que habla también de los efectos que cada color tiene sobre cada persona. La
combinación de colores es infinita y, por tanto, las sensaciones, emociones y
reacciones que provoca, son también inalcanzables.
FORMAS Y MANERAS
Exactamente en la
misma línea que con el color, el autor del libro abre el camino de las formas
para conocer, también , las diversas maneras de crear según este aspecto. Pero
lo hace incluyendo ya, en el saco, también el color. Entonces procede a
explicar la amplia gama de posibilidades que pueden suceder combinando color y
forma: “Determinados colores son
realzados por determinadas formas y mitigados por otras”. Por ejemplo,
dice, los colores que tienden a la profundidad, tales como el azul, son
resaltados por las formas redondas. Se produce una disonancia entre la forma y
el color que abre la posibilidad de la armonía. Y esto, sumado a la música,
amplía considerablemente las variantes.
De forma exclusiva
hace referencia a la forma a la hora de hablar de composición dividiendo, de
nuevo en dos posibilidades: la composición general del cuadro y las formas
individuales que componen el todo, destacando que poco significan las últimas
si no tienen dentro de la obra, como fin, formar parte del todo, que es el
objetivo principal.
- La
no realidad de los elementos y colores: el hecho de que se utilicen
elementos y colores no reales, hacen que el espectador asuma esa ambientación
fantástica y busque antes la anécdota que la significación del cuadro, con lo
que se confirma que lo externo domina sobre lo interno. Para que no ocurra
esto, hay que evitar reproducir la naturaleza de forma coherente, para eliminar
el efecto de cuento y que la parte interna del cuadro tenga todo el
protagonismo.
EL ARTISTA Y SU OBRA
Kandinsky sostiene la idea
de que no debe abusarse de la libertad creativa. Solo hay que alterar la
realidad cuando la obra lo requiera, cuando el artista, para expresar sus
inquietudes, necesite crear una realidad alternativa. Para el autor “El
arte es el lenguaje que habla al alma de las cosas que para ella significan el
pan cotidiano, y que sólo puede obtener en esta forma”.
Continúa enumerando los deberes del artista, quien para
Kandinsky no es rey, no es dueño de la situación, sino que es un mero
intermediario, casi un intérprete, que debe poner su talento al servicio del
público, pero sobre todo, al servicio del Arte.