Terror en la luz.

El cielo es infinito para el pájaro entre rejas.

viernes, 1 de marzo de 2013

Tormenta.

Un asalto en toda regla. Un movimiento de cabeza lento, como si fuera a cámara lenta... Tan lenta como el soplido perpendicular sobre un corazón roto. Una mano amiga, un título de una canción irreconocible. Una oda al miedo. Un eje sin rumbo, un tropiezo ante la multitud, una caída en picado sin pender ni tan siquiera de un hilo. Un mundo de engañosas rosas dibujadas sobre fondo transparente. Un Sol que renace en el comienzo de la muerte. Un pálpito, un cómico de cara triste meditando sobre vivir y no vivir. Un fleco arrugado, un sonido ambiental tan precioso como la dulzura del verdadero amor. Un amigo. Un enemigo. Un revolver sobre esa mesa de madera blanca que todos hemos odiado en alguna ocasión. Un monosílabo con más fuerza que la frase entera. Un eco ultrasónico. La sonrisa tuya y mía en ninguna parte. El creciente lunar menguando. El pie que define la patada más perfecta. La mentira que asoma avergonzada entre un sinfín de verdades que aún no se han ejecutado, ni transmitido, ni inventado. La mano que ya no es amiga. El precipicio de la duda constante, la confianza de la desconfianza que todos hemos creado. Un volver a empezar en ninguna parte. La rutina que mata el hambre. El peor de los pecados. La envidia de tus labios, que se pierden, se extinguen, dejan de resultar precisos. El ojo que acecha cual demonio, vestido de rojo y luego ambar y después verde. La sintonía de tus palabras cuando han perdido significado. Para siempre.

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