No me dejes ir para atrás, me mareo mucho. El sillón de atrás, en los autobuses, tiene un efecto rueda que provoca cierto nerviosismo craneal psicológico que a la larga se convierte en arcadas. Yo se lo pedí, y no hizo caso. Es difícil de entender cuando la petición sale de mi boca, pues la complejidad del panal de abejas que poseo es directamente proporcional a lo absurdo de la misma. Dos cosas tan diferentes en un mismo lecho. No puede haber un positivo resultado.
De primeras lo advierto, pero nadie quiere hacerme caso. En el amor pasa que se enamoran, en la amistad que envidian y en la familia la ignorancia total. Así termino en total disconformidad con los de mi sangre, en pasotismo con intereses en los amigos y en rotura de corazón en el amor. Pero que conste que yo lo advertí.
Ahora solo quiero estar sola, a ver si entienden. Aislamiento lúgubre con la sombra de cuando tenía unos 15. Porque estoy en plena madurez y no quiero que nadie lo vea.
Así que, tú, déjame. Más de 24 horas sin vernos, estaremos, y con cero comunicación. Apagaré el teléfono, romperé las redes sociales por día y medio.
Ellos, que me olviden. No los necesito.
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