Seguro que tiene que haber una forma, una manera de describir lo que ahora mismo sucede dentro de mi cuerpo, pero no doy con ella. Creo que después de 21 años de vida, donde se ven monumentos, se crean sensaciones, se saborean delicias y asquerosidades, uno empieza a asentar la cabeza y a seguir un camino que ya está bastante definido, pues es lo que durante toda la vida has ido plantando. En mi caso pasa que sí, he asentado la cabeza. Mis ganas de fiesta loca, mis deseos irreversibles de experimentar y, por ejemplo, mi inseguridad a la hora de querer, han cesado. Me he convertido en alguien con las ideas claras sobre qué ser conmigo misma y para con los demás.
Pero continúan los demonios en mi vida. Demonios que no me dejan del todo tranquila puesto que se dedican a incordiar en mis planes y a fastidiar mi futuro. Son demonios que me nublan la vista cual humo azul y me obligan a cegarme. Me hacen ver que no existe amistad como tal, sino interés mutuo por un determinado atributo. Me hacen ver que no soy mejor que nadie, ni siquiera mejor que yo misma. Me hacen percatarme de que lo que está por venir no lo sabe nadie, sino el aire.
Ese malestar se refleja en mis nervios, y mi cara no dice nada, solo actúa. Es el interior el mayor perjudicado. Siento, con fuerza, cómo las neuronas quieren reventar y no pueden, por miedo a despeinarse. Siento, con rigor, cómo me vuelvo flácida, frágil, gelatinosa. El problema no sé dónde está, ni cómo podría encontrarlo. Me lo tomo de forma didáctica como una etapa más que está abierta de par en par y que un día u otro no dudará en cerrarse. Puede ser el paso hacia la madurez, o simplemente una tontería infantil más de mi amplia galería de las mismas.
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ResponderEliminarTe dedico esta canción, con todo mi cariño para que te sientas mejor :)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=Apbwez2eZXs