Hola mamá.
Mira que me lo has dicho veces. Mira que te he hecho caso pocas. Y es que tienes algo en ti que cala a la gente, a las personas. Creo que ves el aura. Sabes cuándo están enfermos y cuándo van a hacer mal. Sabes cuándo alguien merece la pena y cuándo no. Y yo creo en ti, pero me puede mi Fe ciega al amor y mis ganas de entregarme por completo, pues pienso que amar se me da bien y que haciéndolo la vida me compensará por cada fallo o error en cualquier otro ámbito que haya errado.
Ya sé que no hay que fiarse ni de quienes tienen los ojos verdes que sabes a primera vista que son traidores... Ni de quienes los tienen azules que sabes a ciencia cierta que son "mentireiros". Y en general, de los ojos de las personas que miran hacia un lado determinado, de una forma concreta, en un ángulo preciso. Y sé también, que si alguien te falla una vez, es mejor no seguir, no insistir. Pero me da por dar oportunidades.
Con todo lo que me has enseñado no entiendo como puedo estar otra vez en el punto de partida. ¿Me equivoco yo? Ayudar a quien no quiere tu ayuda es un grave error. Pero yo pienso que sí la quieren y entonces sigo por ahí pensando que estoy en el buen camino cuando lo único que estoy consiguiendo es hartar al personal.
El hombre bueno, lo que se dice bueno del todo, no existe. Pero hay quienes se creen invencibles. A esos es mejor apartarlos, dejarlos estar. Al margen de todo, la vida les ofrecerá lo que se merecen. Y tal vez no sea otra cosa que un yate, lo cual ya le convertirá en nauseabundo.
Existen seres con la inteligencia suficiente para destruir a otros. Esos seres se unen al sujeto que quieren exterminar, le seducen y en los momentos en que el otro se está dejando llevar, ellos observan, cual psicólogo, y se nutren de información para luego atacar con esa misma. Si te das cuenta, mamá, esos seres actúan como insectos. Captan el veneno de la tristeza del otro para luego crearle una tristeza gigaaaaante que termine por fin con el puto sujeto débil. Pero qué te voy a contar a ti si lo sabes de sobra. Si fuiste tu misma quien me alejó, cuando me junté con otro similar, para crear mi bienestar. Lo conseguiste, me prohibiste llorar y sufrir y ahora voy y, según me dejas un poco sola, vuelvo caer en la trampa de esos seres que ni siquiera se les puede llamar humanos.
Tú y yo nos entregamos hace muy poco a uno de esos. Le contaste, como es habitual en ti, toda nuestra vida, todos nuestros problemas que, quien crea que son inventados, que se meta en casa un mes. Y lo hiciste sin dilaciones, con emoción, porque eres auténtica. Gracias por hacerme heredar eso de ti. ¿Para qué? Para que ahora ese sujeto venga a escupirme en la cara. ¿Qué hacemos con la gente? ¿Acaso no es suficiente y determinante entregar, literalmente, tu vida a alguien? Pero da igual. Ese, jamás encontrará algo similar, porque la gente es muy mala en esta vida y pocos lograrán regalar de forma natural y sincera, cada paso, cada pensamiento, cada deseo e ilusión.
Ya mamá. También me hablaste que, quien por rencor, despecho o reproche, hace cosas dolientes tras una ruptura... Es un inmaduro. Un crío. Eso ya lo sabía yo y es todo culpa mía. Cuando me decías que me merezco un príncipe, no hablabas de lo que viene siendo el concepto en sí, si no de una persona REAL, de carne, hueso y alma, que sea capaz de entregar hasta la bilis, para estar los dos en el mismo nivel.
Y sí, te aseguro que de hoy en adelante buscaré un hombre que me quiera. O bueno, me quedo simplemente con que buscaré un HOMBRE.
Te quiero mamá.
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