Tú fuiste muy tú. Yo fui demasiado tuya. Y por error nos
convertimos en quienes no quisimos ser. Nos convertimos en otros. Probablemente
el exceso de rapidez terminó con la lentitud de nuestras caricias. La ternura
no es más que agonía si no cierras con candado el pasado. Porque el camino de
la felicidad es un sinfín de posibilidades neutras que mueren cuando las ganas y
la ilusión superan. Ilusión. No sé dónde quedan los restos de ella. Yacen
dentro de alguien a quien se lo transmitimos con nuestras acciones primerizas.
Y hoy solo son objeto de poesía. Ya no son realidad.
Vi en ti lo que tal vez muchos dejen pasar. Vi en tu
interior lo que creí no ver en nadie más hasta el momento. Pero también
descubrí que en realidad somos uno más para todos. Yo seré una más también y el
tiempo logrará olvidarnos. Todo es pasable, permisible. Y conseguiremos
recuperarnos a pesar de que la carga que se nos acumulará en el corazón sea
demasiado grande.
Tus taras son muy caras para mí. Tus besos están a años luz
de mi locura. No me puedo estacionar en la vía de la tranquilidad cuando mi
corazón solo pide espirales intensas de infinita pasión. Soy nómada de
sentimientos, sin embargo me encuentro clavada en tu edén. Me pregunto cada día
por qué merece la pena, aunque lo sé. Solo quiero que me lo explique tu alma y
nunca lo hace.
Me conozco. Y a pesar del dolor que crearé en mí y en los
demás, terminaré retirándome del juego si mi felicidad pende de un hilo. A veces
ser egoísta es más lógico y placentero que el castigo que eso conlleva.
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